Manuel Espejo sigue los pasos que le llevan a esos paisajes de tierra y luz. A esos lugares donde hilar recuerdos para detener el tiempo y transitar esas calles de Baena, Puertollano o Madrid, donde conocer mejor el mundo y a nosotros mismos.
Sus pasos también trazan un camino para mostrarnos un amor de siempre, profundo y tierno, dibujado con gestos cómplices. El de alguien que busca en la trastienda de las emociones para encontrar la mirada, la palabra exacta y hacer que nos llegue a todos convertido en poema.
Otra vez, Manuel se planta en la piel de cualquier hombre o mujer de nuestro tiempo y pasea la mirada por cada instante que capta y atrapa con las palabras.
Evolución y sentimiento vuelven a tomar voz en la boca que quiera declamar su poesía y llevarla a una íntima comunión con el alma, el corazón y la realidad que vivimos.