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A través de la convocatoria de ayudas sociales de Repsol y su Fundación, Cruz Roja desarrolla este programa pionero en la ciudad. Los objetivos que se pretenden conseguir son mejorar el proceso educativo de los menores, evitar el absentismo escolar y concienciar a las familias de la importancia de la educación y la formación para el futuro de sus hijos.

Diego ha mejorado considerablemente sus notas. Tanto que asegura que lo que más le gusta de ir cada tarde a la sede de Cruz Roja en Puertollano es “hacer los deberes y jugar”. Ashley y José Manuel, hermanos, dicen que aprenden más que en el colegio y tienen claro que van allí para “sacar buenas notas”. Forman parte del grupo de niños de entre 6 y 12 años beneficiarios del programa de Cruz Roja de Intervención Familiar con infancia en riesgo de exclusión.

Este programa está financiado en parte a través de la convocatoria de ayudas sociales de Repsol y su Fundación y tiene como objetivos mejorar el proceso educativo de los menores, evitar el absentismo escolar y concienciar a las familias de la importancia de la Educación y formación para el futuro de sus hijos. Por eso, se trabaja en varias líneas.

La más importante es la intervención que se realiza con los menores. Diariamente por reciben “clases particulares” orientados por voluntarios de Cruz Roja que, desinteresadamente, comparten la tarde con ellos. Está estructurada de manera que la primera parte la dedican a hacer los deberes, hacen un descanso para hacer una merienda saludable y una segunda parte donde hacen manualidades o practican deporte al aire libre.

Según Beatriz Arriaga, Técnico de Intervención Social y coordinadora del proyecto, habitualmente los niños hacen las tareas que traen del colegio o lo que se les ha recomendado desde los centros educativos. Si tienen alguna asignatura “en la que flojean”, apunta, se refuerza estudiando y explicando contenidos. La merienda, explica, también es importante porque “garantizamos el máximo de comidas diarias” y desde luego el ocio se encamina también a potenciar habilidades como el trabajo colaborativo o la práctica de deportes.

 

 

Colaboración con profesorado

Otra de las líneas de acción es la colaboración entre tutores y profesores de los centros educativos, padres y técnicos de Cruz Roja. Se trabaja a dos bandas, una con las reuniones periódicas entre técnicos de la ONG y los tutores de los niños en las que se detecta qué niños necesitan ese apoyo educativo extra. Arriaga explica que, “en dichas reuniones vemos muchas cosas, cómo va el niño en el colegio, si tiene buenos hábitos de estudio, si los padres colaboran con él, si van a las reuniones con los tutores e incluso si hay problemas o no de comportamiento”.

Después la intervención se realiza con los padres, a través de la Escuela de Padres, una reunión semanal y colectiva en la que se informa del seguimiento de sus hijos y se les “enseña qué deben hacer para que esos niños puedan tener un ambiente de estudio favorable en casa”.

La implicación del área de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Puertollano también es determinante puesto que, en colaboración con los colegios, son quienes derivan a Cruz Roja los posibles beneficiarios de este programa.

Educación en valores

Con estas acciones se consigue no sólo que estos niños hayan mejorado en sus estudios. También se han logrado otros objetivos relacionados con la educación en valores. El hecho de que convivan niños y niñas de diferentes razas o culturas ha hecho que “percibamos que entre ellos hay menos discriminación, se vuelven más tolerantes y están más concienciados con la igualdad”, apunta la técnico.

Fran Cruz, voluntario del programa explica que “además de los deberes” se intenta concienciar a los niños de “cómo tienen que tratarse unos a otros, qué significa el respeto y la aceptación de los demás”. En un grupo multicultural las diferencias pueden crear distancias pero muy al contrario, esto ha supuesto una oportunidad de acercamiento para ellos.

En general, aseguran los voluntarios, la evolución de los niños es palpable. Triana Merchán, cuenta que “al principio, venían con un poco de miedo porque no sabían qué hacían aquí, pero cuando han visto que les ayudamos a hacer los deberes y que sacan buenas notas, se ponen muy contentos y más si aprueban un examen”.

Pero el mejor resumen del proyecto es que “los padres están contentos – apunta Beatriz Arriaga – los niños también, se integran entre ellos, juegan, estudian, hacen amistades” y eso supone un paso muy importante para la integración social no sólo de los menores sino también de sus familias.

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